Cuanto me gustan tus besos agridulces cargados de promesas, ungidos de quietud contagiosa. Quien siquiera imaginaria que tan exuberantes besos provienen de unos labios en sus plásticos. Nuevos y temblorosos.
Es un placer navegar en las notas de tus risas; garantía de tus certidumbres. Hermosa sonrisa tienes y en su lenguaje universal están encriptados todos tus misterios.
No se si es un anhelo, un deseo o una suplica, o una necesidad, que me mires con tus dedos, mirame desnudo, tocame allá dentro en el fondo, allá donde el fuego hela, allá donde se yergue la herida, presiona y detén la hemorragia por donde se me escapa la vida.
Déjame hoy naufragar en tu sudor; encallar en tu pecho, que la sal de tus mareas mate la insipidez que nubla mis cienes. Yo orare por tu paz pero amare tus tempestades y te admirare en tu quietud, ascincronica e hipnótica.
Concédeme el honor de ser el Magallanes de tus estrechos, y de nombrar tus mares, y de cartografiar tus virtudes, y sondear de tus fosas las magnitudes. Me anclare con un beso a tu ecuador no lo dudes.
A la libertad de tu boca amárrame,
a la longitud de tu abrazo circunscribeme.
En ti me quiero disolver
y con el tiempo a ver
si la hemoglobina de tu sangre puedo ser.