Trate de extraerle versos a la pluma sin éxito alguno. La agite, la solté, la volví a tomar, amenace con no volver a escribir mas y hasta a tome con la mano derecha.
Obligue a las palabras que se combinaran en en versos y de mala gana me dieron frases sin sentido.
El péndulo y tu boca...
los abrazos de agua dulce...
Renuncie, me di cuenta que hoy no era noche de escribirte versos a pesar de que miles de cosas se me agolpaban en el pecho y en las manos y en los ojos, las lágrimas.
Solo puedo confesar que
Te veo como el mendigo desnudo y descalzo que empaña con su aliento los cristales de los escaparates donde ríen bien vestidos y cínicos los maniquíes -los que tienen cabeza-.
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